¿¿Bienvenido otoño??

Ya con el otoño encima y yo, igual que las hojas de los árboles que se caen en esta época del año, así estaba… decaída… Y es que, como dice mi amiga Lisy,   

En la época de la berenjena se cae la melena

Ay ay ay… ¡cuánta razón tiene! … Aunque no sólo se cae la melena…

¿Os pasa a vosotr@s que conforme se van acortando los días y vamos pasando del verano al otoño es como si tu cuerpo y tu mente comienzan irremediablemente su periodo de letargo? Un estado de somnolencia y quietud que te provoca una revolución interior de querer seguir el ritmo del veranito y no contar con las energías suficientes para moverte…

Pues en esos días estoy yo, en esos días en los que no me entiendo ni yo misma… en los que con el comienzo del otoño se cae todo tu mundo, no sólo las hojas de los árboles… Y eso mismo pasa con la ropa, que con tanto cambio de temperatura, un@ no sabe lo que ponerse, así que vas paseando por la calle y tienes la sensación de que estás en pleno Carnaval, igualito que sucede en primavera (http://roseapelton.com/la-primavera-la-sangre-altera/).

Además, en esta época todos nos damos cuenta de que cuesta horrores cumplir con los propósitos que nos hicimos en las vacaciones de verano de apuntarnos al gimnasio, hacer dieta, matricularnos en ese curso que nos tienta…

Y así, tal y como están los cuerpos y la mente de todos en general, no veáis lo que me está costando rehacer mi vida sentimental…

Lo único que me ha venido de perlas estas semanas es que el malo-malote (http://roseapelton.com/imposible-resistirse-a-los-chicos-malos-malotes/)no ha vuelto a contactar conmigo… y ¡¡¡menos mal!!!, porque ¡¡¡no hubiese tenido fuerzas para decirle que no quedábamos!!! Y es que, en ese estado,

Como digo yo, estoy en esa época en la que me siento delicada y sensible, en la que sería capaz de enamorarme del primero que me diese un poquito de cariño, que me dedicase unas mínimas palabras ligeramente románticas y que mi mirase con ojitos… así que mucho mejor mantenerme alejada de toda tentación para no tener tener que decir luego

“Yo no caí en la tentación, a mí me empujaron”

Y en esas estaba yo, pensando mantenerme en modo “ni con GPS me encuentran hoy” mientras, tirada en el sofá como si mi cuerpo formase parte de la tela, navegaba por el Facebook mirando los perfiles de mis ex y de sus actuales parejas, flagelándome mientras me daba cuenta de que se les veía muy felices con sus actuales parejas mientras yo seguía sin encontrar a la mía… 

Cuando, de repente, me fijé en uno de esos anuncios que te saltan automáticamente de los «eventos cercanos a ti» y vi que era una salida a caminar por el monte con un grupo de solter@s que iba a tener lugar el sábado…  Algo dentro de mí me dijo

«Rose, levanta ese culo del sofá y espabila, que eso de que no estás cogiendo peso, sino que tu cuerpo está en 3D no te lo crees ni tú”
aunque mi Rose sensata me decía:

«Pero Rose, ¿Qué necesidad tienes tú de pegarte un madrugón semejante en sábado con lo a gustito que estás en la cama?»

Comprobé las fotos y perfiles de las personas que habían dicho que iban a participar y, entre ellas me fijé en un chico que, a simple vista, tenía algo que podría decirse interesante… aunque, a decir verdad, la foto se veía un poco borrosa… Así que ni corta ni perezosa le envié un mensaje por el Messenger preguntándole si había hecho alguna otra escapada con ese grupo o era la primera vez, a lo que me respondió que era el organizador y me animó a que me aventurase a ir con ellos…

Y allí me planté, con el modelito “cebolla” a base de capas de ropa (porque a las 8 de la mañana hacía frío, pero para el mediodía daba calor), con un calzado cómodo pero estiloso, con mi pelo liso (después de pasarme la plancha) y recogido en una cola alta, con mis gafas a juego con el conjunto y con el maquillaje “look natural”. Y es que, como dice mi madre,

«Rose, una nunca sabe dónde va a encontrar al amor de su vida, así que vete siempre arreglada por dentro y por fuera ;-)»

En cuanto llegué alguien se acercó a mí a saludarme y me preguntó si yo era Rose Apelton, a lo que le respondí que sí. Él se presentó y me dijo que era el organizador, el chico con el que había estado hablando por mensajes… Me dio las gracias por venir y me comentó que llevaba dos meses con ese tipo de actividades porque había ganado mucho peso últimamente y quería ponerse en forma…Y yo, sin poder apartar mi mirada de su nariz, donde mis ojos captaron varios pelos negros que, de buena gana, se los hubiese quitado…

Además, no me podía creer que ese fuese el mismo que el de la foto de Facebook, así que, alternaba mi mirada a su nariz con giros de cabeza buscando la cámara oculta …

porque no me gusta decir que fuese feo – eso queda mal, ¿verdad? – más bien era difícil de describir, vamos, que si fuera agua, no sería potable…

Pese a que comentaron que la ruta era de una dificultad media pero que no era nada complicado seguirla, el organizador decidió “escoltarme” e ir a mi lado en el camino… Y empezamos y todo era maravilloso: hacía fresquito, la ruta era muy bonita, el ritmo era asequible, el organizador tenía una conversación súper interesante y no paraba de hacerme ojitos… uauuuuu…. Pensé

“Rose esta puede ser tu oportunidad para evitar tu modo hibernación sentimental unos días…”

Y así de animada continué hasta que empezó lo que ellos llamaban el desnivel y yo terminé llamando el infierno… Os cuento:

Conforme íbamos subiendo cual cabras por la ladera de una montaña, el sol iba pasando a su máximo esplendor y el calor comenzó a hacer acto de presencia…. Mientras escalábamos (había tramos en los que teníamos que subir casi de rodillas), mi look «fashion rural» iba desvaneciéndose por momentos… la cola alta iba deshaciéndose mientras el sudor aparecía y rizaba mi pelo y provocaba que mi maquillaje se fuese derritiendo

Ahí fue cuando mi “escolta” – no me quitó ojo en todo el camino – empezó a quejarse de la complejidad de la ruta que habían elegido y, en cuanto pudimos encontrar un trozo de tierra nivelado en horizontal, nos paramos… Fue en ese instante cuando él, ni corto ni perezoso, decidió quitarse la camiseta y dejar al descubierto su modelo “oso”… y, ¡no! ¡no me quedo corta con lo de oso!, porque en su pecho y en su espalda no había un lugar sin pelos negros: todo en él era una pura manta de pelo…

Yo, intentando asimilar dónde terminaba el animal y comenzaba el hombre y preguntándome si se lavaría el cuerpo con gel o con champú, cuando, de repente, descubrí que en todo el camino no me estaba haciéndome ojitos, ¡¡no!!, esos guiños que yo creía tan simpáticos y tentadores eran debidos a que se le habían olvidado las gafas de sol en casa. Ayyyy…. Qué mala es la presbicia a nuestra edad…

Entre él sudando como si se fuese a desintegrar por momentos y yo con la cara roja como un tomate (siempre me pasa cuando hago algo de ejercicio), más que una caminata maravillosa e idílica por el monte parecía que íbamos camino del fin del mundo.

Al fin llegamos al punto de destino y, desde allí, decidieron almorzar cerca de donde habíamos aparcado los coches… Yo muerta rematá como estaba, no podía pensar en comer… Sólo pensaba en que como me sentase a comer y el temblor de las piernas empezase a relajarse, no iba a poder levantarme de allí… así que empecé a despedirme de ellos y, cuál fue mi sorpresa cuando al llegar al “organizador”, nuestras caras sudadas resbalaron y, de repente, el beso fue a parar a nuestros labios…. Cara de pánico creo que es decir poco para describir la que debía de tener en ese momento… pero él, ni corto ni perezoso, decidió aprovechar ese momento y juguetear con su lengua dentro de mi boca cual boa constrictor… Intenté soltarme de su boca, diciéndole que me dejase, pero él me retuvo con sus manos en mi cara sin permitirme moverme de su lado…

Como las situaciones desesperadas requieren de actos desesperados, le di un rodillazo en todas sus partes y, mientras él se restregaba en el suelo cual cucaracha boca arriba, me aparté de su lado más rápido que la letra pequeña de los anuncios, corrí hacia el coche y puse rumbo a mi casa…

Cuando llegué tenía un mensaje de él que me decía:

“Rose perdona, pero se me ha ido la situación de las manos… Prometo que no volverá a pasar… Anímate a seguir viniendo a nuestras actividades. Seremos sólo amigos. Confía en mí”

Y en esas estoy, planteándome si un hombre y una mujer pueden mantener una simple amistad… a pesar de lo que pasó…. así que

¡¡¡necesito vuestros consejos!!!

¿Habéis tenido alguna vez una experiencia parecida?

¿Creéis que debo repetir para las siguientes excursiones que haga ese mismo grupo, aunque esté ese chico como organizador?

¿Creéis que preferimos los hombres depilados o “con pelo en el pecho”?

El running es un deporte de alto riesgo para encontrar el amor

Running deporte alto riesgo amor

Tratando de reponerme del último desengaño amoroso (http://roseapelton.com/tarari-que-te-vi/), y teniendo en cuenta mi filosofía de que “Rendirse no es una opción”, decidí quedar a tomar café con mis amigas, Marguerite, Dorothy, Blanche, Deva y Tiffany, para ver qué camino tomar para salir de esta situación que no sabía si era flojera o paz interior… Y ahí, en un café que derivó en copas, llegamos a la conclusión de que

Conocer chicos diferentes

Y como el circo y las acrobacias no son lo mío, decidí probar con el running… vamos, con lo que de toda la vida ha sido “salir a correr” … pero con mallas… porque –pensé- no veas la de gente que hace eso ahora, debe estar de moda… y Rose Apelton no se va a quedar fuera… ¡faltaría más! Así que mis amigas organizaron un día de compras dedicado al running… porque ahora no vale salir a correr con la camiseta más gastada que tengas y cualquier pantalón de deporte, como hacíamos antes, no!!


Ahora hay un millón de prendas, cada cual más fosforita y tan brillantes que algún día un runner de esos que salen cuando la luz escasea, va a ser secuestrado directamente por una urraca…

Y cuatro horas después de que Marguerite y Tiffany me retuviesen en un probador bajo amenaza de que si no conseguía ir vestida de lo más cool, no iba a encontrar hombres interesantes, conseguí hacerme con el equipo entero, incluida una maravillosa gorra –para evitar que el sol me diese en toda la cara y que me saliesen las tan temidas pecas -.

Así que a la mañana ahí estaba yo, a las 8 de la mañana de un sábado, parada en uno de los lados de un parque cerca de casa, con un ruido de tripas tremendo por el hambre que llevaba (no desayuné por si se me cortaba la digestión) pero con la mejor de mis sonrisas, dispuesta a hacerme el recorrido enterito…

Y sí, empecé con mucha energía, y conforme iba avanzando me crucé con varios chicos guapísimos con cuerpos atléticos cual Adonis… -aunque no sé si los veía así por la emoción o por el hambre que llevaba -, con unas mallas que les marcaban bien las carnes y dejaban poco a la imaginación de una… No sé si os pasa a vosotras, pero



Y no habían pasado ni cinco minutos cuando uno de los chicos que iba corriendo me adelantó y se dio la vuelta para guiñarme un ojo.


En ese momento, sentí un pinchazo en el pecho y pensé, “Rose, te has enamorado… pero no, era el aro del sujetador que se me había salido”

Así, que, me lo arreglé como buenamente una puede arreglarse el sujetador en un espacio público… y continué corriendo a una velocidad – yo diría- bastante interesante, hasta que empecé a sentir un pinchazo en el costado y a notar que la zapatilla del pie derecho estaba empezando a rozarme el talón… Pero yo, enérgica que iba, decidí no hacer caso y seguir con mi “buen ritmo”, conforme notaba que la sangre iba acumulándose en mi cara, que cada vez sentía más caliente y roja…


Normalmente hago tan poco deporte que les tengo dicho a mis amigas que si un día me ven correr, empiecen ellas también a correr, porque algo grave pasa, ¡seguro!

Así que a los veinte minutos de haber empezado, casi sin poder respirar decidí pararme un poco y apoyarme en un árbol, momento en el que uno de los “runners” auténticos – y digo eso porque el susodicho llevaba, cual muñeco Iron Man, todo tipo de artilugios en los brazos, y más que salir a hacer deporte parecía que iba preparado para la guerra del fin del mundo- se paró y me preguntó:



Así que él, sin más, empezó a explicarme cómo tenía que poner el cuerpo, ayudándome con tal suavidad y sutileza que salió mi Rose seductora pensando ¡¡¡Ves Rose cómo es posible encontrar hombres apuestos y majos con esto del running!!! Y mientras me explicaba cómo hacer las rotaciones y estiramientos y me ayudaba a colocar el cuerpo… mi mente no paraba de pensar ¡qué bien huele! ¡y es guapísimo! – ¡esto está saliendo de maravilla Rose Apelton! Yuhuuuuu… Y fue cuestión de un segundo cuando, tratando de hacer una de esas “rotaciones”, mi cuerpo se tambaleó y, antes de caer al suelo, él me cogió en sus brazos…. a los que –he de decir que – me agarré como si no hubiera un mañana… Y ahí, tirados en el suelo, parecieron pasar horas… nuestras caras se acercaron y casi nos besamos…



Mi Rose seductora quería empezar a pegar saltos de alegría, pero el costado lo tenía casi paralizado de dolor…


Entonces, fue cuando él me sonrió y me dijo “Eres muy guapa”… Y yo, con la cara a punto de estallar de lo roja que la llevaba, quise levantar la mirada otra vez, pero no medí las distancias ni recordé que llevaba una gorra puesta… así que al levantar la cabeza para sonreírle, le clavé la visera de la gorra en la cara y casi le saco un ojo al pobre.


Yo: Ayayayayay… ¡qué desastre! ¡Lo siento mucho!
Él (llorando por el ojo que se le iba poniendo rojo-morado por momentos) ¡No te preocupes! ¡No pasa nada!.. Venga, vamos que te acompaño…

Y fue levantarme, hacer el esfuerzo de incorporarme, cuando un sonoro sonido salió de mi cuerpo cual monstruo que emerge de las aguas con toda su furia… Y no sabía dónde meterme… Mi sensación era mezcla de vergüenza, mezcla de alivio, porque fue salir ese aire que llevaba y desaparecer los pinchazos del costado… Y me volvía a sentir de nuevo ligera, cual pajarito…


Pero la cara de él era un poema: sus ojos desencajados y casi sin voz … ¿qué decir en esas situaciones, verdad? Ufffff… 


Así que me apresuré a decirle: No te preocupes, que tengo algo de prisa… me voy sola.. Y él asintió, con cara de alivio… Y ahí quedó todo…


Que sí… que sí… que eso de salir a correr está bien, pero, definitivamente, no es para encontrar el amor, no es para mí…


Después de esa experiencia he descubierto que eso del running es un deporte de alto riesgo para mí y que Rose Apelton no está hecha para ligar corriendo… Así que seguiré intentándolo a la manera tradicional, salvo que me indiquéis alguna otra sugerencia. ¿Habéis tenido alguna experiencia similar por querer hacer algo diferente para encontrar el amor?