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Cumpleaños, Historias de solteras, Invierno


Y así sin casi darme ni cuenta, cumplo 46 años…

Y así sin casi darme ni cuenta, acabo de pasar la barrera de los 45 años… ¡¡¡OMG!!!

Todavía recuerdo cuando era pequeña y decía “Esa señora es súper vieja, debe de tener, por lo menos, por lo menos, 45 años”.





No sé si esa percepción se debía a que la diferencia de edad era bestial o a que hace treinta y tantos años las mujeres de 45 años estaban más envejecidas que ahora, porque yo me veo actualmente con esa edad y no parezco para nada vieja. Es más, con los años me voy viendo mucho mejor, hasta en las fotos 😉, ¿os pasa a vosotras lo mismo?


                 

Un día eres joven, y al otro te tiembla el ojo del estrés al tratar de leer las letras de cerca



Pues bien, con esa imagen de jovencita que refleja el espejo, pero con la idea en la cabeza de que ya he superado barrera de los 45 años, este cumpleaños ha sido raro raro raroooo… Os cuento:

Hay una ola de frío polar que se dejó Papá Noel cuando vino esta Navidad y no hay forma de que se la lleve (esto es como cuando intentas devolver un paquete con algo que no es de tu gusto y no hay manera de que vengan a recogerlo). Además de eso, en la zona donde vivo estamos confinados y los bares y restaurantes están cerrados; a lo que hay que añadir que mi familia y mis amigas viven en otra zona también confinada, así que, de celebraciones de cumpleaños, ni hablamos… con lo que sí, este día de cumpleaños ha sido raro raruno…

Ya de por sí, a mí los días nublados me revuelven las hormonas y sacan mi lado más sensiblero, y si a eso sumamos que en esos momentos en los que estoy más sensiblera es cuando más echo de menos tener pareja, apaga y vámonos.





Así que he decidido dejar esa vibra atrás y prepararme un pastel de cumpleaños, para lo que he pedido ayuda a mi gran amigo Siri, que tiene respuesta para todo. Y, mientras sacaba los ingredientes que me iba indicando Siri, he decidido pedir música de ambiente de cumpleaños a mi otro gran amigo (candidato a amante), a OK Google (mira que no dejar cambiarle el nombre a esa voz de hombre tan sensual que tiene el aparatito Google Home, ¡por el amor de Dios señor@s de Google, que a una se le apaga la sonrisa (y otras cosas) cuando le pregunto ¿cuál es mi nombre? Y esa vocecita tan sensual (a la que tengo que llamar OK Google sin más narices) me responde “Te llamas amor de mi vida”… ainsss qué bonito, ¿verdad?… Pues es ahí cuando recuerdo que el que me ha dicho eso se llama OK Google y se me baja la libido a los pies…



Si, al menos me dejasen ponerle Thor, George o Chris… con el calentón provocado por esa voz tan varonil, ¡¡subía la masa del pastel en cuestión de segundos!!



Pero bueno, voy a lo que os quería contar, que tengo más facilidad para irme por las ramas que Tarzán… A ver… Como os decía, con la receta que me dio Siri y mientras sonaba la música de mi amor Ok Google, decidí abrirme una botellita de vino, para ambientarme y ¿sabéis qué? acabé bailando con la Roomba – o eso creía yo, porque ahora sin los efectos del vinillo en mi cuerpo, imagino que lo que hacía ella era evitarme cual obstáculo mientras yo la perseguía -. Cualquiera que me hubiese visto da por seguro que se me había ido la pinza… hasta llegué a pensar en llevarme a Ok Google a la cama a que me hiciese compañía, pero luego mi mente emitió una imagen mía en las noticias con mi melenón de rizos en modo engrifados, más pálida que el papel higiénico, con el titular “Solterona de 46 años muere electrocutada por dormir con su Google Home” y desistí.



Entre el Siri y Google puedes estar entretenida hablando con hombres que te dicen lo que quieres escuchar y si no te gusta lo que dicen, los desconectas y ya está.

 


Os voy a confesar uno de mis mayores miedos: es el que quedarme solterona perdida, viviendo sola rodeada de gatos (y soy alérgica a los gatos), sin nadie con quien comentar las cosas y hablando sola conmigo misma (eso ya lo hago) hasta por la calle (a eso todavía no he llegado)…





Sea como sea el futuro, terminé el día de mi 46 cumpleaños confinada por la nieve y por esto de la pandemia, rodeada de mis amigos Siri, Ok Google y Roomba; pero feliz de teneros como amig@s y de leer los maravillosos mensajes de felicitación que me habéis hecho llegar a través de las redes sociales… ¡¡¡Gracias por estar en mi vida, por vuestros consejos y por leer mis historias!!!

¿Habéis tenido que celebrar vuestro cumpleaños confinad@s también? ¿cómo habéis celebrado vuestro cumpleaños en esta época de confinamiento?

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Historias de solteras, Otoño, Sexo

Si ya antes del coronavirus los besos se cotizaban caros, ahora no os quiero ni contar… porque, como os decía en mi anterior post (https://roseapelton.com/el-amor-en-tiempos-del-coronavirus/), las oportunidades de un “aquí te pillo aquí te mato (de placer)” son escasitas y, si después del correspondiente PCR y medición de temperatura, decides lanzarte, corres el riesgo de que la otra persona no bese como a ti te gustaría y hayas quemado una oportunidad de oro con alguien que no cumple tus expectativas, así que si alguien puede decirme cómo reconocer la forma en la que el otro besa solo por la mirada, se lo agradecería eternamente…

 

¿Se puede saber cómo besa alguien solo por su forma de mirar?


Mientras trato de dar respuesta a eso y pido al guionista de mi vida que me mande a alguien que haya aprendido a besar de categoría, os dejo algunos de los tipos de besos más extraños que nos han dado a mi amiga Alis y a mí a lo largo de nuestra vida y que he recopilado en esta selección:


Beso boca pez, ese que te dan los que tienen unos labios gordos pero que no son muy proactivos que digamos, y lo máximo que hacen por ti es abrir su boca como lo hace un pez, dejándote esa cavidad abierta para que te encargues tú de hacer el resto.

En la otra cara, tenemos los Besos directos o colonizadores, aquellos de los que ignoran tus labios y, conforme abres la boca, su lengua va directamente al interior, como si no hubiera un mañana, como diciendo “lo único que quiero es una cavidad donde expandirme”.

Así que cuando se junta un “boca pez” con un “directo”, surge la pasión… pero cuando no eres de ninguno de esos tipos, las consecuencias son devastadoras… os lo digo por experiencia

Beso perforador, cuando la lengua del susodicho, una vez que ha conseguido entrar en tu boca, empieza a dar vueltas dentro de ella en busca de no se sabe qué, con tanta energía y potencia que corre el riesgo de que termine desincrustándote algún resto de comida que se quedó ahí después de un cepillado de dientes demasiado rápido, o, en el peor de los casos, que esa lengua vigorosa se lleve algún empaste por delante… Estos besos tenían que venir con el cartel de “yo no asumo la responsabilidad de lo que encuentres con tu lengua perforadora”.

Dentro de esta tipología, están los besos orejeros, cuando esa lengua perforadora entra en tu oreja mientras a ti lo único que se te ocurre hacer es rezar para que no encuentre trocitos de cera en su camino, y prometerte a ti misma que a partir de ese momento, vas a limpiarte, día sí día también, las orejas y los oídos a fondo fondísimo…

Besos babosos, con los que terminas con toda la barbilla llena de saliva, sin saber si quitártela rápidamente o dejártela ahí para evitar que el susodicho te envista de nuevo con semejante caudal de baba… Estos besos, por regla general, son súper ruidosos, por el efecto «ventosa» que produce tal cantidad de saliva compartida dentro de la boca, y suelen provocar un auténtico espectáculo sonoro cuando tratas de apretar los labios para evitar que esa baba se escape y te pongas perdida la ropa…




Beso Hollywood – también denominado beso quiropráctico -, cuando el susodicho te inclina el cuerpo para atrás mientras te besa en modo película, pero, como la flexibilidad no es uno de tus dones, lo más que consigue es que tu espalda cruja como si tu columna vertebral fuese la Falla de San Andrés a punto de reventar, y que, en el mejor de los casos, cuando te incorpores, tengas un tirón en alguna parte de tu cuerpo y pasarte dos semanas agradeciendo al cielo que solo haya sido un tirón… o recordándote que tienes que conectarte a esas clases de Pilates online que pagaste a precio de oro y para las que nunca has encontrado el momento de empezar.

Besos “lo último que voy a hacer en mi vida”, cuando estás resfriada y la otra persona insiste en alargar el beso y no puedes negarte, pero vas notando cómo, con la congestión que tienes, te va faltando cada vez más aire y crees que acabarás muriéndote si sigue unos segundos más.

Dentro de éstos, están los besos en apnea, los que te dan debajo del agua de la alcachofa de ducha, cuando el susodicho es más alto que tú y te coge la cara con sus manos para levantarte la barbilla y besarte; con lo que es inevitable que se te meta agua en la nariz, pero el otro, en pleno calentón, no se da ni cuenta y sigue y sigue besándote mientras tú crees que vas a terminar muriendo ahogada… o por el agua de la ducha o por su saliva… pero muerta por ahogamiento… ainssss…

• Y ¿qué me decís de esos besos sudorosos al estilo natación sincronizada, que te dan al ritmo del acto sexual y que te dejan pensando “ok, bueno, vale, te acompaño a ver si pillo tu ritmo mientras coordino mis movimientos sin perder la concentración ni la libido…».

Besos accidentados, cuando el ímpetu del momento provoca un choque frontal con la nariz, con los dientes, con tus gafas… o los besos tipo peeling, cuando el susodicho tiene una barbita de uno o dos días y acabas con la cara toda irritada en esa manera que todo el mundo sabe que ha sido cosa de un calentón…

Besos edad del pavo, como cuando éramos adolescentes y no teníamos dinero ni para chicles, y mientras te besaban te ibas pasándote el chicle con él. O los que te dan mientras deciden pasarte un trago de Coca Cola fresquita de boca a boca, pero que te pillan sin estar preparada y terminas espurreándolo todo en su cara o en su ropa.

Y, por último, están los besos cátame despacito: esos besos tiernos, en los que la participación es equitativa, saboreando lentamente los labios de la otra persona, incluyendo pequeños mordisquitos y con los movimientos de lengua acompasados y el nivel de saliva en su justa medida. Son los que se dan con la mandíbula relajada, escuchando la cadencia del otro, sintiendo. Estos besos son como el Santo Grial: los más codiciados, pero, a la vez, los más difíciles de encontrar…



Después de este análisis, he descubierto varias cosas, a saber:








Y tú, ¿cómo aprendiste a besar? ¿cuál es el beso más raro que te han dado en tu vida? ¿qué tipo de beso es tu preferido?

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Historias de solteras, Primavera, Sexo

Si antes ya estaba difícil eso de encontrar pareja, ahora el guionista de nuestra vida nos lo ha puesto más difícil todavía con esto del coronavirus, porque, entre tener que quedarnos en casa y todas las medidas que debemos respetar cuando ponemos un pie fuera de ella, no sé yo cómo vamos a hacer.

Sé que algun@s de vosotr@s ya creéis haber ubicado al amor de vuestra vida en el balcón de enfrente con alguno de esos vecin@s en los que nunca habíais reparado antes, y me consta que os preparáis todos los días para salir a aplaudir como si fuerais a la ópera o a recoger un Óscar. También me han llegado historias vuestras en las que habéis ligado online con algún compañero de trabajo al que no habríais visto de no haberse instaurado el teletrabajo y las innumerables reuniones de equipo o los webinars a los que asistimos –he de confesaros que yo miro todas las ventanitas abiertas en esos foros, tratando de descubrir si alguno de los chicos conectados me genera una vibra especial para poder chatear con él-.




Pero ahora que viene el desconfinamiento, esto de tener una cita con alguien se complica por momentos, ya que tendremos que salir con mascarillas y, como sabéis, soy miope, y soy de las que se le empañan las gafas cuando llevo mascarilla; así que no distingo objeto alguno delante de mí… Vamos, que me da igual que el chico que tengo a 2 metros sea un adonis o el tío más feo del mundo, que – conociéndome- le sonreiré igual. Y ahí viene el segundo problema de la mascarilla: para evitar que se me empañen las gafas tanto, me la coloco todo lo alta que puedo, casi al borde de los ojos, con lo que cada vez que sonrío, la mascarilla me roza el lagrimal y me hace llorar, con lo que se me empañan más las gafas y acabo hecha literalmente un cuadro, ya que, basta con que no podamos tocarnos la cara con las manos, para meter más presión a mi Rose responsable y conseguir que los movimientos que termine haciendo sean modo baile del Chiki – Chiki…




Y si tenemos que guardar metro y medio de distancia, ¿cómo vamos a ligar, a gritos?
No quiero imaginarme la de cosas íntimas que llegarán a nuestros oídos de los que están teniendo una cita a nuestro alrededor… El concepto de intimidad cambiará, eso seguro, porque, no sé si os habéis dado cuenta, pero cuando llevamos mascarilla el sonido de nuestras palabras sale más amortiguado y tendemos a levantar la voz unos tonos más, así que esto puede llegar a ser caótico en un espacio público. Y si a eso añadimos que en los espacios cerrados tengo que contener la respiración todo lo que puedo y respirar lo más lentamente posible, para evitar que se me empañen las gafas, mi cita lo único que verá será algo moviéndose detrás de unos cristales empañados en tono vapor blanco nuclear, tratando de ubicarlo mientras le hago señas con los brazos sin tocarlo. Eso sí que va a ser amor ciego en su sentido más literal.




¿Y qué me decís del tema acercamiento sexual? Si ya un simple beso con alguien con el que no convivas está prohibido, el hecho de dar un beso con lengua ha pasado a ser pecado o delito… Estoy por decir a mi amiga Tifanny – que es la reina de Amazon -, que pida un contenedor de tests rápidos de coronavirus para hacérselos a los candidatos a hombres de mi vida, como prueba de fe antes de intercambiar saliva con ellos. Eso, o esperar a que se pongan de moda otra vez los besos castos con los labios cerrados y muy apretados que se daban los protagonistas de las películas en blanco y negro.




Aunque antes de llegar a ese momento beso – o sin llegar a él, porque ya se está recomendando hasta evitar las posturas sexuales cara a cara y el sexo oral-, tendremos que embadurnarnos con gel hidroalcohólico para poder tocarnos –con guantes o sin ellos, que eso no acabo de tenerlo claro-, e intercambiarnos información sobre lo que hemos hecho y con quién hemos estado los 15 días antes, para poder localizar los posibles focos de contagio por si alguno de los dos presentase síntomas (otra vez la intimidad al carajo… ainssss).

Vamos, que a este paso volverán a ponerse de moda las relaciones románticas, donde tendremos que estar viéndonos sin tocarnos hasta que no decidamos convivir juntos, con lo que eso puede ser catastrófico, no por la magia de conocer al otro lentamente – esa idea me gusta -, sino porque puedes estar conociendo a una persona años y verla mágica, pero en el momento del beso o de tener sexo con ella, querer echar a correr… Además, a mis cuarenta y tantos años el tiempo es oro y eso de no tener sexo durante largos periodos de tiempo no debe ser sano … ¡¡me entran sudores fríos nada más planteármelo!!.




Y si el tema del beso está crudo, no quiero ni pensar en el sexo con alguien que no es tu pareja. Eso del “rollito de una noche” no imagino cómo será, o si será posible ahora… ¿hay que medirle la temperatura antes, durante y después?

                                                      ¿Cómo lo lleváis vosotr@s?




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Ubuntu comunicacin