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Siempre se puede volver a empezar

 

Ni el bikini ha sobrevivido a la operación, ni el yogurín al verano… pero

Siempre se puede volver a empezar… ¿verdad?

Y así entre las vacaciones y la vuelta al trabajo estoy tratando de reponerme psicológicamente, intentando asimilar todo lo que ha pasado en el último mes y medio y poder traducirlo en palabras para contároslo…. Porque otra cosa no, pero

surrealismo hay mucho suelto por ahí

aunque lo mejor de todo es que una cuenta con amigas que están ahí siempre que lo necesitas y te ayudan a reponerte con su apoyo incondicional…  




Así que ahí estábamos Marguerite, Blanche, Tiffany, Dorothy y yo sentadas alrededor mío mientras trataban de despegarme del sofá en el que me había instalado desde mi último desengaño amoroso con el yogurín, intentando convencerme de que lo mejor para “reponerme” de mi estado de “fracasada sentimental” era que me diese algo de aire fresco y, de paso, ir a cenar… Después de varios intentos, cansada ya de llorar y con los ojos de sapo que se le quedan a una después de haberse pasado llorando los últimos días – mezcla de la decepción sentimental y el trastorno hormonal que le provoca a una la regla – decidí aceptar su propuesta –no por salir, no, sino porque sabía que a insistentes no les gana nadie y que, de no hacerles caso, iba a tenerlas allí hasta que dijese que sí -. Conforme estaba pronunciando “venga, os hago caso”, ya tenía a Tiffany con las brochas preparada para maquillarme y taparme esas ojeras de oso panda y los ojos vidriosos de pez globo que me había ocasionado la llantina persistente tipo “manantial” que se había instalado en mi ser desde que lo del yogurín se acabase…

Y es que más que maquillaje, en ese momento lo que necesitaba era un doble que saliese a la calle por mí


Así que me dejé maquillar por Tiffany, peinar por Blanche y vestir por Marguerite, mientras Dorothy nos preparaba un cocktail para poder brindar antes de salir de casa por esa juerguecilla que nos íbamos a pegar esa misma noche…Y es que, como decían ellas,  




Así que ahí estábamos las cinco amigas preparadas para comernos la noche, dirigiéndonos hacia un restaurante para cenar algo, donde, nada más abrir la puerta y entrar, me encontré de frente con la realidad:

ahí estaba el yogurín sentado al lado de una chica comiéndose a besos y súper acaramelados…

Fue ahí, en ese preciso instante, cuando me dieron ganas de echar a correr y no parar…  




pero, siguiendo el consejo de mis amigas, decidimos cambiar de plan, dar media vuelta e ir a otro restaurante que -según ellas- acababan de abrir y estaba de moda… Y allí nos plantamos las cinco, mientras esperábamos a que nos diesen mesa, tomándonos unas cervecitas en la barra… que empezaron a hacer en mí ese efecto que sólo el alcohol te hace sentir… interesante y sexy

Y es que ese día el amor podía esperar, pero las cervezas no, ¡que se calentaban!

He de deciros que con el disgusto monumental que tenía se me había cerrado el estómago y no había comido nada más en todo el día…. Por lo que no me hizo falta beber mucho más para sentirme así…pero también sacó mi característica “risa floja” ….aggggggg  




Para celebrar que habíamos conseguido mesa, pedimos una botella de vino… sin ser conscientes de lo peligroso que es mezclar… Pero de eso me dí cuenta ya tarde, cuando sentí ganas de ir al baño y, al tratar de levantarme de la silla, empecé a notar un ligero movimiento modo barco en todo lo que había a mi alrededor… así que puse mi sonrisa, traté de poner la pose más natural que era capaz y empecé a caminar hacia el aseo, con la sensación de andar como si me encontrase dentro del Titanic en plena tormenta perfecta antes de hundirse… Una vez llegué me uní a la cola que había en el baño de chicas para entrar….

¿Alguien me puede explicar por qué siempre hay cola en el baño de chicas? ¿Y por qué tenemos la costumbre de entrar de dos en dos?

Y mientras espera a entrar, empecé a sentir nostalgia y a echar de menos al malo-malote (http://roseapelton.com/imposible-resistirse-a-los-chicos-malos-malotes/), así que, ni corta ni perezosa, saqué el móvil del bolso y le mandé un mensaje:

“Hoy es uno de esos días en los que me hace falta un abrazo tuyo…”

 
 


Con tanta tecnología y aún nadie ha inventado un teléfono tan inteligente como para que cuando vas con dos copas de más, sea capaz de decirte: “Los sentimos. Opción de llamar y de enviar mensajes bloqueadas hasta que se te bajen los efectos del alcohol”


Y ahí estaba yo, de pie en la cola del baño mirando a la pantallita de mi móvil mientras la pantalla me miraba a mí, esperando a recibir una respuesta, cuando me tocó el turno de entrar cuando me di cuenta que debía de salirse el agua y estaba todo el suelo inundado y sin un sitio donde colgar el bolso… así que, con el bolso colgado de mi hombro derecho, las patas de los pantalones remangadas (para que no tocasen el suelo), y los pantalones bajados, tuve que ponerme a hacer pis tratando de mantener el equilibrio por partida triple: el del bolso que se deslizaba del hombro, el de los pantalones que se me escurrían hacia el suelo y el mío personal… Cuando parecía que lo tenía todo bajo control, de golpe sonó el móvil indicando que tenía un mensaje de Whatsapp nuevo, pero en ese preciso momento se apagó la luz…  




Yo, que quería terminar rápido para poder leer el mensaje, intenté tantear las paredes en busca del papel higiénico, mientras hacía movimientos calculados milimétricamente para sostener los pantalones con una mano, el bolso en el aire y levantaba el otro brazo hacia arriba como si fuera la reina madre saludando a la multitud, tratando de que con el movimiento se encendiese de nuevo la luz… pero nada… ese sensor no me reconoció hasta que me incorporé, me recompuse y salí como pude de ese pantanal en el que se había convertido el baño… El mensaje que me había mandado el malo-malote era:

“Me encantaría poder darte ese abrazo… pero estoy fuera de viaje hasta dentro de una semana…. A la vuelta te aviso y te recompensaré como sólo tú lo mereces”

Y con un tremendo suspiro me dispuse a sentarme de nuevo en la mesa con mis amigas…. Del restaurante fuimos a un bar a tomarnos una copa… Ya contentas de más las cinco amigas, entramos como si fuésemos las protagonistas de “Sexo en Nueva York”, con ese glamour aparente que dos cervezas y una botella de vino te dan… Tiffany pidió unos gin tonics para todas mientras las demás empezamos a bailar al ritmo de la música….cuando, de repente, vemos que un chico se acerca a Marguerite y se le presenta diciéndole:

“Hola guapa, yo soy Arturo y acabo de enamorarme de ti… así que te agradecería que me dieras tu teléfono que tú y yo nos vamos a ver mucho a partir de ahora”


Al principio empezamos todas a reírnos a carcajadas, pero fuimos dejando de reírnos conforme vimos que la cara de Marguerite era también de “flechazo” por el chico….. Pero yo, fue escuchar eso y no pude contener las lágrimas… no sabía si reír o llorar… porque no hay cosa que te desmonte más que ver a otra persona en plan romántico con una amiga tuya, mientras tú estás con el corazón roto.

¿Os ha pasado alguna vez algo parecido? ¿Me podéis dar algún consejo para salir de este bache sentimental? ¿Qué hago si me llama el malo-malote de nuevo?

¡¡S.O.S.!! ¡Necesito vuestros consejos!!